Foto: © José Mª. Collantes González Fachada lateral. Iglesia de Santiago

Y ya en el Sábado Santo, desolada, escondiendo su pena en la noche negra como su manto. Desesperada y sola, va rompiendo la bruma de la madrugada y entre esos jirones de celaje que se levantan del cercano mar, va dejando su pena negra por las calles de Cádiz. Ligera. Blanco y negro y estrellas. Lirios y cera. Manos abiertas imploran una gracia para su dolor y un lenitivo para su pena. Sale de Santiago, Ecce Mater, la sola dolorosa sobre un monte de flores...

Su paso es breve tanto en lo físico como en lo material...

Apenas unos respiraderos calados. Apenas un leve adorno de argénteo metal. Apenas algo qu brilla en la lúgubre noche que no sea el rostro de la Madre que, trémula, va ligera porque así es llevada por sus cargadores que, ligeros, van rezando el rosario por las calles de Cádiz que son ya un rosario por tener por patrona a la Virgen de tan universal advocación...

Los congregantes de María Inmaculada de los jesuitas, fundaron esta sección de penitencia en el año 1953 y en 1956, ya sacaban la Virgen hecha por el imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa, así de escueta, así de sola, así de negro, así de desolada, así de abrumada por la inmensa pena del abandono.

No lleva palio, pero el largo manto de simple tela negra, es como un palio que la cubre y su liviano tejido se mueve y mece al son del paso y al son del aire que llega del Campo del Sur y lo mueve y parece que con él va cubriendo la, algunas veces, estrellada noche de una incipiente primavera que para el mes de mayo, en vez de lirios, tiene preparado rosas y azucenas para adornarla en la bella escultura de la Inmaculada que, para los jesuitas de Cádiz, tal vez tallara Pedro Duque Cornejo...

Ecce Mater, es el adiós y con Ecce Mater, se cierra la pasión y se abre el tiempo pascual y desde la catedral hacia San Antonio, el Resucitado, abrirá los esplendores primaverales que una Cuaresma tuvo ocultos entre morados y negros...