Foto: © Archivo CadizNet Iglesia de San Francisco

Durante el siglo XVI, se fundaron tres cofradías de penitencia. Esta de la Vera-Cruz, es una de ellas, y tal vez la más antigua de las tres, pues se dice que arranca su fundación de la misma fecha en que se funda el cenobio de los franciscanos de Ntra. Sra. de los Remedios, en el que sigue fiel pese a los avatares del tiempo.

Y la Vera-Cruz, da culto a un elegantísimo crucificado que nos vino de Nápoles en 1773 y a una tiernísima dolorosa que realizó uno de los mejores imagineros del neobarroco, Sebastián Santos Rojas, allá en 1944, para reponer a la desaparecida en los sucesos ocurridos en 1931.

En San Francisco, desde 1566, está la ya veteranísima cofradía de la Vera-Cruz, dando culto a sus titulares. Hoy, al Santo Crucificado venido de Nápoles y ayer, a un devoto Cristo de la cruz, hecho por los indios en pasta de papel y que el pueblo quería tanto y le tenía tanta devoción, que se interponía cada vez que querían poner el nuevo y quitar el antiguo...

Poseedor de un riquísimo paso para el Cristo y de un personalísimo paso de palio para la Virgen de la Soledad, el severo y discreto desfile de la Vera-Cruz, crea la impronta seria del Lunes Santo gaditano, cuando se abre San Francisco y esas puertas dan paso a un cortejo de negro hoy, y ayer de verde, y al paso del Señor y al otro negro y plata de la Virgen dolorosa, una de las más hermosas dolorosas gaditanas salidas de las manos de un imaginero onubense que trabajó en Sevilla y en su corazón estaba Sevilla y Cádiz unidos por lazos de amistad y de cariño.

Y si la Palma es alegría dentro de un orden y el Prendimiento luz en la Alameda y el Amor, un lirio blanco por las calles de Cádiz, la Vera-Cruz es el prólogo a una severa Semana Santa que ya va camino de los días cruciales y que tendrá su cénit en la noche del Viernes Santo con el Yacente en la isabelina Urna de plata del siglo XIX, una "barbaridad" que los gaditanos quisieron para enterrar a Cristo...