Foto: © Archivo CadizNet Vista crepuscular del campanario

Al gaditano le gusta mucho el barrio de la Viña. Tiene gracia y carácter; luz y sonido y, en determinados días del año, una luz propia enorme y un sonido como ningún otro, pues las campanas del templo de la Virgen patrona, suenan y atronan el espacio y desde el cercano mar y desde la cercana Caleta, se oyen y se sienten como no se sienten otras y como no se escuchan otras perdidas entre el ruido y el tráfago de las calles, avenidas y plazas.

La devoción a la Virgen de la Palma, diminuta talla vestida, arranca de los años finales del siglo XVII (1693) cuando se construye una capilla en honor de la Virgen, pequeño templo que pronto se reemplaza por otro hasta llegar al año 1754 en que sufre un aparatoso incendio que lo destruye. En 1755, se hace la sacristía y es en ella donde se coloca la taumatúrgica imagencita de la Virgen de la Palma para su culto, y allí estaba cuando el suceso del maremoto del día 1 de noviembre de 1755 y es a Ella atribuído el hecho milagroso de la salvación de la ciudad que no pereció tragada por el mar.